Anda la prensa política jugando a buenos y malos. Y buena parte de la televisión se convierte en 'The Walking Dead', versión reality-show. La verdad es que da pena: es evidente que el primer partido Gobierno ha carecido de liderazgo ante epidemia a pesar de tener enfrente los espejos chino e italiano, que su socio morado hizo oídos sordos antes de la performance del 8-M, que el principal partido de la oposición anda dando lecciones tras haber desmantelado la sanidad pública madrileña y que la ultraderecha tampoco puede hablar tras hacer el ridículo en Vistalegre y tras advertir que su ídolo americano pecó del mismo buenismo supranacional capitalista que su homólogo español. Todo con no asustar a la Bolsa, tragaperras especulativa en la que siempre pierden los mismos (nosotros). Pero no son tiempos de reproches.
El sentido común, ¡oh, magia!, parece estar en Ciudadanos: Arrimadas ofrece diputados gratis ante los nuevos presupuestos apocalípticos y hasta un amoral como Rivera se viste de estatalista y exige una dura intervención de las Fuerzas y Cuerpos del Estado para compensar nuestro deje mediterráneo, propenso a la frivolidad y el nihilismo.
Son horas de contención y serenidad. Esto ni es una fiesta universitaria ni va a extinguirse el ser humano. Por eso hay que aceptar tres reglas: cumplir las instrucciones sanitarias de las que están informando las instituciones públicas, evitar la histeria idiota para evitar bloquear las instalaciones sanitarias (y para no arremolinarse en los hipermercados) y esperar que nuestros gobernantes despeguen mano dura ante la tontería ciudadana del teletrabajo el la playa y del 'como soy joven hago lo que me sale de los cojones'. No, querido: harás lo que te diga el Estado que hagas. El 'nosotros' por encima del 'yo', a pesar de que el mundo moderno, tras el relevo fallido del igualitario Dios por el igualitario Marx, mata la solidaridad y resucita la ley animal del más fuerte.
Toca tranquilizarse, porque el miedo bloquea: en China está escampando tras una militarización de los espacios públicos. Occidente debe tomar su ejemplo. Luego tendremos tiempo de hablar sobre en qué condiciones laborales sobreviven nuestros científicos, sobre lo maltratada que está la sanidad pública y sobre qué recetas económicas que se aplican ante la mayor crisis en casi un siglo (no vaya a ser que creamos que esto pasa por el dopping irracional tipo 'Plan E' o la infraestimulación que nos aboca a la edad media económica).
Tres cosas buenas sacaremos de este 'GH': consciencia de nuestra debilidad, baño de humildad necesario en tiempos del egocentrismo y clasismo digital; consciencia de que el ser humano ha llegado hasta aquí con cooperación, ni compitiendo ni pisando al de al lado; y consciencia de que el aspecto social debe primar sobre el económico. Somos materia, energía y consciencia. Y el tercer ingrediente salvaguardará a los dos primeros.
Nota de autor:
La imagen que ilustra el artículo es el cuadro 'La Peste de Azoth', obra pictórica del francés Nicolas Poussin en la que se recuerda la epidemia que asoló Milán en 1630 y desestabilizó el Imperio Bizantino. Este cuadro se conserva en el Louvre y nos hace recordar una enfermedad que se supone que mató a un tercio de Europa en el siglo XIV.
Aquel drama contribuyó al surgimiento del Renacimiento, que conllevó la sustitución del teocentrismo, Dios y la superstición como narcótico, por el antropocentrismo, el ser humano y la ciencia como arma para hacer asimilable la vida.
Veremos si en una de estas matamos ese etnocentrismo con el que nos vamos a cargar al planeta y nos dedicamos a comprender que simplemente somos un animal especial, "raza avanzada de monos en un planeta menor" (Stephen Hawking dixit), hecho que nos fuerza a cuidar a nuestros coetáneos, terrícolas como nosotros, y a nuestro entorno. Simplemente...
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