Risto Mejide demuestra sus carencias cada vez que lo sacan del guión de su intervención en un talent-show o del cuestionario de sus entrevistas. Detrás de esas gafas opacas intenta ocultar una falta de cultura ahora evidenciada en un descafeinado 'Todo es mentira', que sigue sin encontrar su sitio y su tono.
El programa de Cuatro organizó ayer un cara a cara entre portavoces del sector del taxi y del sector VTC. Su presentador, incapaz de moderar, ejerció de juez y parte y despreció en reiteradas al sector del taxi.
Cierto es que este sector ha disfrutado de unas ventajas que rozaban lo obsceno y se ampara en una compraventa en el mercado secundario para exigir una millonada pública. Pero al menos merecen respeto.
Google y el taxi
Risto afirmó que la industria de los publicistas ha tenido que actualizarse por la irrupción de Google. Desconoce el presentador de 'Todo es mentira' que la economía colaborativa, estafa de la que se declara partidario, tiene un secreto: sortea las reglas del partido, regatea el pago de impuestos y rara vez cumple la legislación laboral.
Se asusta Risto porque los taxistas queman neumáticos en FITUR, circo para él más importante que los derechos de 20.000 trabajadores madrileños. Se asusta Mejide porque desconoce cómo se consiguieron durante dos siglos las conquistas laborales que disfrutan hasta los neoliberales que las desprecian.
Se asusta este personaje que rezuma postureo, consumismo y estafa (las tres claves de la mentira legal, el marketing), porque cree que Cabify y Uber tienen razón a la hora de no contribuir a financiar las infraestructuras españolas sobre las que basan su modelo de negocio.
¿Por qué da lecciones Risto sobre el mundo del taxi cuando él es famoso por humillar a un veterano taxista? ¿Por qué lo llaman libertad cuando quieren contribuir a la esclavitud?
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