La decadencia del editor: de Antonio Asensio Pizarro a Mosbah










La labor del editor Antonio Asensio Pizarro hoy se estudiaría con desprecio en las escuelas de negocio: el creador de Interviú se jugaba hasta las cejas en las cartas, apuntaba con picardía al botín más peligroso, pagaba más de la cuenta a los que valían y aplazaba con la misma desenvoltura sus fastuosos gastos personales. Hoy le mirarían por encima del hombre, pero él solo creó un imperio contra viento y marea lanzando Interviú, coctail de mercenarios de fotografías prohibidas, investigaciones al límite y valor, mucho valor.

Después llegarían El Periódico de Catalunya o Tiempo, éxitos que le consolidaron como uno de los grandes editores del siglo XX pese a una fama de frívolo ganada a pulso que se sobredimensionó gracias los esbirros de Polanco, que nunca le quisieron ver con papel en Madrid. Y apenas lo tuvo unos meses, pero aun así Asensio Pizarro capeó el temporal y sobrevivió en tiempos difíciles con tesón y valentía.

Le tocaron tiempos duros y toreó: escondió colmillos en la OTAN para que Felipe le regalase una tele que le acabó regateando, se reconcilió con el PSOE tras la compra de Antena 3 (cadena que profesionalizó y en apenas cuatro años le quitó el gris hasta convertirla en líder de audiencia), aguantó amenazas de soberbios mequetrefes como MAR en plena guerra del fútbol, y se reconcilió con Aznar vía Anson y La Razón.

Con luces y sombras Asensio Pizarro fue un editor mayúsculo que imprimió color en una España de blanco y negro. Su hijo y sucesor, Asensio Mosbah, sin embargo sí que podría ser modelo en las pijas criptoescuelas de negocio del postureo hipster, muchas solapas digeridas de libros, ningún conocimiento en profundidad y app descargada en microsegundos: sabe idiomas, es obediente y cumple las normas.

Eso sí, no ha creado nada que merezca reseña en la última década y tiene una SICAV por valor de la deuda de Zeta. El hambre tiene esas cosas: su padre se la jugaba frente al toro y él se retrae bailando al son que le marca Deloitte, que le susurró hace unos meses que cerrase todo, vendiese las joyas familiares y salvase El Periódico, ayer socialista y hoy caballo de Troya de Moncloa en Barcelona.

Su padre hubiese roto el informe en la cara del auditor, pero el niño prefirió romper Interviú tras haber dado una clase magistral de cómo no se debe digitalizar un portal que debiera estar entre los diez medios más leídos del país y que ahora cierra porque no ha valido ni para venderlo. 





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