Prensa y corrupción española










Los periódicos siguieron hasta el golpe de Estado franquista con la fiebre del siglo XIX, en la cual los medios eran simples órganos de determinados intereses poderes políticos y económicos. Simples arietes que servían como área propagandística de caciques y millonarios dispuestos a medrar. Cuarenta años de dictadura provocaron que los papeles se convirtieran en simples panfletos al servicio del Movimiento, férreamente censor ante cualquier desliz democrático. La Transición renovó las plumas y caras periodísticas. Pero la generación surgida de ahí creció con un endogámico compadreo entre periodistas y políticos,por lo cual los plumillas mutaron en su mayor parte del comunismo sesentayochista al liberalismo castizo aznaril. De aquellos polvos vienen estos lodos. Por eso a nadie le extraña que el principal directivo de la comunicación española, Mauricio Casals, digno heredero de los Anson, se despierte cada mañana pensando en susurrar vicepresidentas, reinar en las tinieblas, fabricar campañas de descrédito contra el que no baile el agua y dar el turno en el despacho de tráfico de influencias que tiene montado en el Palace. Eso sí, con más prestigio que Vasile, al que algunos afean su modelo rosaceo. Pero el italiano al menos ha afianzado un modelo de negocio basado en la comunicación (autarquía y sinergias), no en la corrupción.

A Casals le han cazado en medio del bosque. Tenía las manos sucias y el relámpago de la Operación Lezo iluminó su encorvada figura en una posición poco edificante. Pero le da igual porque se sabe fuerte ante Planeta, biógrafos de Carrillo y Fraga y editores de La Razón y Avui en su momento. La editorial también mantiene con buena cara a Ferreras, que se porta "muy bien" (Casals dixit) y Marhuenda, cuya cabeza dependía de sus méritos para frenar la encarcelación del consejero delegado de su editora, no de sus méritos periodísticos. Pero La Razón no vive del periodismo, sino de las reuniones entre Casals y Bárcenas en el despacho del primero, de rascar de Zed gracias a subvenciones irregulares y de verse favorecido en campañas del Canal de Isabel II, Metro de Madrid y cualquier empresa pública utilizada por la clase política para domesticar a la periodística.

Pero no es solo Planeta: Cebrián vira a la derecha tras arruinar a Prisa y trincar acciones de un sujeto siniestro, Pedro J. Ramírez dosifica y crea campañas por ambición y negocio, en nombre de Losantos llamaron a Génova para pagar su ampliación de capital con la caja que tutelaba Bárcenas y de la que cobraba Rajoy, Blas Herrero contrata al marido de Cospedal para que le regalen una licencia TDT que realquila, Roures se va sin pagar la factura de Público y vuelve como si nada para seguir consiguiendo contratos de televisiones públicas, la número dos de Estrella Digital mantiene el puesto tras ser enchufada en TVE por su amistad con el ex número dos de Aguirre y el editor de PRNoticias ha sido condenado por chantaje.

Por su parte Florentino Pérez utilizaba el dinero de los socios merengues para pagar un digital a medida fabricado por De Pedro, de Ariza dicen que chantajeó a Rajoy y que cobró de la Púnica, Eduardo Inda chapotea en la cloaca entre condenas y audios comprometedores, Carlos Herrera viaja por la cara a los Mundiales con Iberdrola, el número dos de Barriocanal en COPE fue elegido presidente de la patronal radiofónica días después de airearse un audio en el que se vanagloriaba por haber comprado el EGM, y en Catalunya todavía siguen en la Transición porque todos los medios sin excepción están apesebrados a cambio de no investigar y de propagar un chauvinismo nacionalista y culé. Aquí ya no se salva nadie y la factura la paga la sociedad española, que se echó las manos a la cabeza cuando comenzaron a saltar unos escándalos perpetrados por los empresarios, mordidos por los políticos y silenciados por los periodistas. Tendremos que hacer los deberes si alguien se cree que ésto se va a regenerar sin una prensa libre de corrupción.

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