'Mad in Spain': aburrimiento cocinado para alegría de Génova










Paolo Vasile es un enamorado de la comunicación en general y de la televisión en particular. El consejero delegado de Mediaset España no tiene montado un despacho de tráfico de influencias en el Palace como otros, por lo cual sufre en carne propia las presiones de Moncloa y Zarzuela y no al revés. En especial cuando el primer Palacio lo ocupa el PP, que consiguió con Aznar que Luis Fernández dejase la dirección de Informativos y que el 'Caiga quien caiga' cayera por el desagüe. Sacrificios con tal de salvar la cabeza del muy rentable Sardà. Cuando la formación conservadora volvió al poder, las presiones también regresaron. Y por ellas fueron decapitados 'El gran debate', 'Te vas a enterar' y Jesús Cintora. A cambio llegaron 'Abre los ojos y mira', con las ocurrencias de Revilla relevando a las denuncias de corrupción, y Javier Ruiz, más dócil que su antecesor ante las presiones.

Óscar Cornejo y Adrián Madrid se han sacado ahora de la manga 'Mad in Spain', espacio de debate de actualidad siempre y cuando que la actualidad no moleste al Sistema. Este 'Moros y Cristianos' 2.0 aporta muy poco al panorama catódico. Los productores de 'Sálvame' pese a su "militancia" socialista son unos enamorados de 13 TV, tal y como se puede comprobar en el nuevo 'Sábado Deluxe': David Alemán, Nieves Herrero, Israel García-Juez, Antonio Naranjo como colaboradores y Alfredo Urdaci como masajeado. Y 'Mad in Spain' sigue por la misma tónica conservadora, ya que el debate moderado por Jordi González y Nùria Marín abundan los tertulianos cercanos a la derecha. En programa arrancó con un guiño a la competencia, "hay cadenas blancas o de colores", tiró de autobombo y tras el hachazo publicitario de rigor fueron presentados los tertulianos, ahora renombrados por el programa como "agitadores". La pena es que el programa se equivocó escogiendo sus temas iniciales y se notaba demasiado que la sangre no iba a correr pese a las promesas del debut.

Pero volvemos a la elección de tertulianos: hasta siete de los doce nuevos colaboradores aparecían con el carnet del PP en la boca. Es cierto que los temas no son políticos, pero el plató cojea evidentemente a la derecha: el cantante Francisco, escupidor desde la extrema derecha hacia Compromís, "cáncer para la Comunidad Valenciana", y Mónica Oltra, "escoria". A su lado aparecía Cristina Tárrega, amiga de Granados, insultadora de los andaluces e íntima de Aguirre, que le mantenía su circo en Telemadrid con ceros técnicos de audiencia. No faltaba un adelgazado y apocado por los nervios Salvador Sostres, que ha pasado de ejercer de abogado del diablo para el nacionalismo catalán, trinchera desde la que decía que el castellano era de pobres, a formar parte de la pandilla de Carlos Herrera. Tampoco fallaron Cristina López Schlichting, cuota meapilas de Rouco en COPE, Ana Samboal, escriba del aguirrismo hasta que se disfrazo de víctima oficial de la nueva política, Teresa Bueyes, insufrible abogada de los famosos con un ego que apenas cabía en el plató, e Israel García-Juez, anodino tertuliano de 13 TV de los que se desayuna cada mañana el argumentario de Génova.

La cuota progre la aportaron dos miembros ilustres de la izquierda neurótica: Lucía Etxebarría, que denunció hace años que La Fábrica de la tele permitía tomar drogas en 'Campamento de verano', y Cristina Fallarás, látigo tolerado del PP en 'Las Mañanas de Cuatro'. La cuota divertida la aporta Alejandro Abad, tutelador de David Civera hasta que lo ficharon como despellejador oficial de Paquirrín en 'Sálvame'. El programa prometía hacer arder las noches veraniegas, pero el tema inicial no daba para mucho: ¿Es una ventaja o una maldición ser hijo de famosos? Lucía Etxebarría decía que a su hija le habían dicho en el colegio que era "una puta y una bollera", mientras que Francisco señalaba que Alonso Caparrós "sigue siendo drogadicto". El programa carecía de ritmo, le faltaba una Aída Nizar para aliñar el gazpacho y un debate taurino o animalista para que ardiesen las redes. Hasta los abonados morbosos a Telecinco se quedaron con ganas de más. Algo no funciona en este show, pese a que la idea inicial parecía buena. Ya saben, buena idea con pésima ejecución.

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