El profeta de la commedia










La commedia es como Shiva la destructora". Esto es lo sostiene Ignatius Farray tras conocer que Shiva en realidad es un Dios con aspecto varonil. El cómico canario lidera la vanguardia del humor irreverente gracias a La vida moderna, delicioso espacio irreverente que ha encontrado su acomodo en las madrugadas de la SER y en Youtube, pasto de memeces con acné. En este espacio diario presentado por David Broncano ha encontrado al fin su acomodo definitivo este cómico en evolución, que tras dejar a un lado su papel secundario y excéntrico, se ha atrevido a dar el paso en tiempos oscuros.

Fogueado en la cantera de Paramount Comedy, hoy Comedy Central, Farray es seguido por una comunidad sectaria adicta a sus provocaciones sobre los escenarios, sobre los que interactúa con unos reflejos quizás nunca visto en el panorama cómico nacional. A sus performances y sus colaboraciones se le añade El fin de la comedia, guiado por el haz de luz de Louis CK. Esta serie americana ha mostrado el camino al humor futuro: hachazos negros y jarros de agua fría por la espalda. Menos risas pero más pronunciadas, aliñadas todas ellas con la resaca de la reflexión.



No hay debate

Se suceden los debates sobre los límites del humor por dos motivos: la derecha utiliza la justicia para que el humor no le manche la cara y el progreso abraza lo políticamente correcto, primer movimiento reaccionario de izquierdas según Farray. El panorama es desolador: la política está liderada por unos cleptómanos sin escrúpulos ni conciencia. La economía ha evidenciado en plena crisis que la democracia ya no sirve. La justicia es una parodia siniestra que es utilizada como salvavidas de los dos primeros. Y los medios dibujan un retrato de ciencia ficción muy alejado de la realidad. La única vía de escape es la comedia, "que salvó mi vida", añadiría el protagonista de este artículo.

Pero con la etiqueta de comedia se refugia ese sudoroso mainstream: La que se avecina, remake de un Aquí no hay quien viva que tuvo su momento de gracia. José Mota, rutinario y abonado al formato de los Martes y 13. El hormiguero, heredero del ¿Qué apostamos? de los noventa con sus megaestructuras y sus famosos masajeados. Zapeando, torpe excusa de Atresmedia para exhibir su mercancía con Cristina Pedroche calentando el panorama y Quique Peinado intentando no abochornarse por la mediocridad que le rodea. Y Dani y Flo, que intentan pagar la hipoteca a su manera.



La libertad del humor

Gracias a la libertad que otorga el humor disfrutamos de Salvados, que comenzó como una evolución low cost del Caiga quién caiga y que se ha convertido en el mejor retrato de una época. O El Intermedio, que arrancó como chiste sobre Jiménez Losantos y ha terminado siendo el único informativo a tener en cuenta del panorama nacional, viendo con vergüenza ajena como el resto se plaga de crímenes, de vídeos de Youtube y de goles del Real Madrid.

Y esa libertad ha conllevado que parte del talento nacional viaje con el humor, quizás uno de los pocos géneros que ha dado un paso de gigante en este país en las dos últimas décadas. Si no lo creen, recuerden el panorama de la comedia hace veinte años: los cómicos de la transición daban sus últimos coletazos en las salas de fiestas con olor a Brumel y a Pajares y Esteso, el fenómeno del chiste intentaba revivir tras No te rías que es peor gracias a un fenómeno llamado Chiquito de la Calzada probando el sabor de la caspa cinematográfica, Los Morancos y Cruz y Raya intentaban heredar el hueco de Josema y Millán y los vídeos de caídas y golpes que importó Arús sobrevivían junto a las cámaras ocultas de Inocente, inocente.




El nuevo humor

Estos géneros que componían el humor se renovaron gracias a tres canteras: Globomedia, liderada por un avispado José Miguel Contreras, que por un lado puso en pie el stand-up comedy nacional con el insufrible El Club de la comedia mientras nutría una escudería con formatos dignos como El Informal, Caiga quién caiga o La Noche con Fuentes. Paramount Comedy, que gracias al dinero yankee y a Felipe Mellizo o Miguel Salvat lograron un oasis que daba a jóvenes desconocidos libertad, tiempo y algo de presupuesto, receta con la que se diseñó al fin un circuito para el stand-up de la que surgieron un sinfín de buenos representantes cuyo ejemplo más evidente son los chicos de La hora chanante.

Y por último apareció el humor en las provincias, que comenzaron al fin de reírse de sí mismas: en este caso son un ejemplo Vaya semanita, quizás la mayor conexión entre un formato de sketches de actualidad y un territorio, en este caso Euskadi, a la que algunas piezas del programa le ayudaron a lamerse sus heridas post-conflicto. De ahí vienen desde adaptaciones fallidas nacionales al taquillazo de Ocho apellidos vascos, precedida por los vientos franceses e italianos, o la serie Allí abajo. Sin olvidarnos de Catalunya, donde surgen Polónia, Crackovia o Alguna pregunta més? El humor se descentralizó y el estado español se benefició de ello.





Déficit televisivo

Estas tres canteras sumadas al talento procedente de la red (Vengamonjas), del teatro (Animalario, Goyo Jiménez o los chicos de Paquita Salas), del comic (el aguerrido TMEO o Mongolia), del libro (Pepe Colubi), de la televisión (ejemplos añejos, Homo Zapping o Cámera Café), del cine (Álex de la Iglesia, Borja Cobeaga o Diego San José), hacen que el panorama nacional de la commedia con dos "emes" respire por momentos.

La pena es el panorama televisivo: es cierto que Cero de Movistar lo intenta con esa joya llamada Ilustres Ignorantes, con un Buenafuente tomando aire gracias a su cambio de ciudad y de cantera, o con algunos proyectos con mejores intenciones que resultados (Loco mundo o Cero en historia, torpe imitación del programa de Javier Coronas, Javier Cansado y Colubi). Pero esta apuesta de Fernando Jerez sigue siendo insuficiente para cubrir el hueco que dejan La 2, ayer El orgullo del tercer mundo y Muchachada Nui y hoy el cine franquista de Frade y Cerezo (con permiso de una maravilla artesanal llamada Cine Low Cost de Raúl Cimas), y sobre todo Comedy Central, nutrida hoy con la torpe adaptación de los Roast, con los bochornosos programas patrocinados por Vodafone sobre youtubers o con la copia barata de El Mundo Today que presenta Castelo.










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