Kasparov en TVE






El PP se ha hartado de TVE y está abonando el terreno para las próximas campañas electorales, haciendo caso omiso a la demanda civil de una televisión pública plural y la de los propios trabajadores de la Corporación, molestos por la línea manipuladora de RTVE.

Rajoy ha terminado haciendo caso a los Losantos, a los Tertsch, a los de Intereconomía, que exigían desde hace tiempo el férreo control de la televisión pública, importando el modelo corrupto y manipulador de Telemadrid y Canal Nou. Por eso se han cargado a Somoano, que jugaba a la paz en la Corporación con continuos guiños al PSOE, por el peso que sabe que tiene la UGT en la Corporación, o se han cargado a Echenique, más un tecnócrata que un hombre de partido.

Para ello han fichado al ex gestor de Telemadrid como director y al jefe de opinión de La Razón como jefe de informativos, que ha llegado colocando a comisarios políticos de la etapa de Urdaci como editores de los informativos. El caso más evidente es la sustitución de Oriol Nolis, prometedora cara de TVE, porque el 9-N abrió con imágenes del referéndum catalán. Lo han sustituido para la tarea por Pedro Carreño, hombre con un claro perfil político cercano a Génova. que ya hizo limpieza en Radio 5, con un proyecto fallido y efímero, y en las tardes del Canal 24 horas, porque decían los del PP que los socialistas controlaban los bloques de cultura e internacional vespertinos. Ahora a Carreño lo han colocado como presentador del Telediario del fin de semana, imprimiendo una imagen casposa, anacrónica y destructiva para la imagen de los Telediarios. Una cara más idónea para 13 TV que para una TVE que pretende elevar la audiencia y credibilidad de sus informativos con un señor como Carreño, que comparte tinte e ideas con Rajoy.

TVE ha demostrado una vez más que no sabe qué hacer con los Telediarios del fin de semana, cambiando cinco veces en los últimos tres años de editor de los mismos e importando un bloque deportivo a la americana, con un dúo que no le llega a la defenestrada María Escario ni a la altura del betún.







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