Chicote en el Picanha con dos cocineros rumanos, un camarero insoportable y ocho "lloreras" sin lágrimas




Visitaba Alberto Chicote el Picanha, restaurante brasileño situado en el castizo barrio madrileño de Chamberí. Allí se encontró con un propietario pasivo y sin carácter, que le dificultó mucho el trabajo. Frank se llamaba el nuevo propietario del restaurante, que había comprado el negocio tras una década trabajando como encargado. A su lado conocimos a Rosana, su melodramática esposa.

El restaurante estaba en clara decadencia, ya que tiempo atrás fue un popular restaurante donde iban famosos futbolistas como Ronaldo, Roberto Carlos, Marcelo o Adriano, como atestiguaban las fotografías que adornaban el local.

Aunque antes de intentar que Frank levantase su espíritu, Chicote se tuvo que enfrentar con Marcos, un egocéntrico camarero demasiado intenso; "Yo soy el camarero que más ha vendido de este negocio. Me acusan de chupar los huevos a los jefes porque me suben el sueldo, cosa que merezco". "Debería trabajar en una parrilla, porque da unas brasas de cuidado", remató el chef mirando a cámara, después de conseguir que el insoportable camarero cortara el monólogo.



Chicote reprendió a los dueños del local por tener un buffet sin mampara, sin refrigerar y con muchos platos con mahonesa; "Esto es peligroso para la salud pública, pero por suerte como no entra ni Dios no podeis llevaros a nadie por delante. Todos los años hay algún capullo que haciendo esto se lleva a treinta por delante", remató el chef. El cocinero además se quejó del exceso de picante de una salsa; "Es más corrosiva que la sangre de Alien" y puntualizó que el mero prometido era una simple perca. Después de estas quejas llegó la primera llorera sin lágrimas de Rosana, la melodramática mujer del propietario.



Después el chef intentó comprobar quienes eran los "artistas" que habían cocinado tan selectos platos y se encontró a dos rumanos con pinta de albañiles. El que parecía el más espabilado del dúo reconoció que apenas tenía un mes de experiencia en cocina brasileña, ya que anteriormente había sido jardinero en su país. Tras la bronca al dúo rumano llegó la segunda llorera sin lágrimas de Rosana. Uno de los errores del formato es que Chicote no puede mandar a la puñetera calle a según que sujetos. Lo hacen porque echando a esta gentuza y contratando a cocineros o camareros normales, el programa perdería la pimienta que estos incompetentes le dan.

Marcos demostró su poca pericia recordando nombres, ya que a la perca le llamo "pachanga" y "paca". "El camarero está acelerado y me pone nervioso, y así no puedes comer tranquilamente", decía uno de los figurantes que mete el programa, que comen gratis a cambio de quejarse de todo.

Chicote entonces incumplió uno de los principios de los que él siempre se queja; ya que abroncó en la barra al propietario del negocio, estando delante los supuestos clientes. Las broncas delante de estos siempre están prohibidas para el chef. Rosana por su parte siguió dando su particular pelmada, tras romper a llorar por tercera vez al recordar los dos negocios que ha tenido que cerrar su marido con anterioridad. "Esto ha afectado a nuestro matrimonio", reconocía Rosana. Este es uno de los puntos donde a Chicote le gusta incidir; en que el fin del negocio puede suponer la ruptura familiar. Esto viene como recurso habitual del formato original americano.

En el segundo servicio, Chicote puso a prueba a los empleados del negocio con la llegada de seis brasileños a comer. El egocéntrico y pedante Marcos volvía a errar con los nombres de los platos y Chicote se quejó del mal funcionamiento de todo el mundo; "Entre todos no sacan adelante ni un puesto de castañas". Para rematar el pésimo servicio, Marcos se enfrentó a una de las comensales de la mesa de seis brasileños, tras quejarse esta del punto de la carne; "La carne está bien. No consiento que vengas a nuestra casa a contar mentiras. La carne no está mal". Después Marcos llamó "loca" a la figurante y Rosana volvió a romper a llorar por cuarta ocasión.

"La has tratado como el culo, no se trata así a los clientes", dijo Chicote, pero Marcos pasó del tema; "Me la suda todo lo que ha reclamado esta tía de mí".

En un cara a cara en una lavandería, Frank acusó a Marcos de "arrogante" e "indisciplinado", mientras que el dolido camarero acusó al propietario de "mal jefe", "falso", "mentiroso" y "tacaño". Rosana rompió a llorar por quinta vez, aunque esta vez hubo un matiz; se tocó los ojos para fingir que se limpiaba las lágrimas invisibles. Recordaba esta señora a la maliciosa respuesta del personaje de Jack Nickolson en Mejor imposible, cuando le preguntaban como conseguía describir tan bien a la mujer; "Pienso en un hombre y le quito la sensatez y la responsabilidad".

Tras el rediseño del local con los colores de la bandera brasileña y tras la renovación patrocinada por Fagor de los electrodomésticos, esta vez le tocó llorar a Frank.

Aunque faltaba la séptima llorera sin lágrimas de Rosana, cosa que ocurrió en el último servicio, que fue como siempre en Pesadilla...; empezó mal, Chicote comenzó a dar órdenes de mando y acabó bien. Chicote sigue forrándose con su mentira semanal, donde el único interés del programa es su lucimiento personal y exagerar los errores de los restaurantes en decadencia de los que vive. Dice Chicote que es cocinero y muestra los nuevos platos como si los hubiese cocinado él, pero el chef lleva sin freír un huevo desde hace cuatro años, cuando rompió con su socio y se instaló en la telebasura. Ahora es una estrella en este género.







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