Las reinas de las mañanas se tiran de los pelos en el charco de sangre
Increíble el espectáculo basuriento que estamos viendo en los magazines matinales en estos tiempos; El programa de Ana Rosa contra Espejo público. El pasado octubre ya vimos una escena circense con los reporteros de ambos programas peleando en directo por conseguir en primicia las palabras de Micaela, la portavoz familiar de un niño que había muerto el día anterior. "No seremos nosotros quienes atosiguemos a un entrevistado", decía la hipócrita Susanna Griso tras no conseguir preguntar a la chica en cuestión. Decía esto tras atosigar durante minutos a la entrevistada mientras esta respondía a Ana Rosa-con el pinganillo del programa en su oreja-.
Esta miserable guerra por las audiencias y por heredar el trono de reina de las mañanas de la Campos ha vivido un nuevo capítulo. En esta ocasión la protagonista era Saida, la chica a la que se le incendió el traje en el certamen de Reina de Carnaval de Tenerife.
A las puertas del juzgado el reportero de Ana Rosa volvió a adelantarse al ponerle el pinganillo del programa en el oído de Saida.
Y la Griso volvió a saltar; "estamos muchos medios y es una falta de respeto, una falta de consideración y una falta de compañerismo absurdo". Segundos después era la reportera de Susana la que ponía el pinganillo a Saida. Así son las cosas.
Esta semana el tema estelar en las mañanas es el juicio a José Bretón. Los dos primeros días Ana Rosa ha ganado esta peculiar batalla con más de 600.000 espectadores. La telebasura siempre es mejor en Telecinco. Pero la que peor actúa es Susanna Griso, ya que está en una cadena que supuestamente quiere ser blanca y familiar, y lo único que consigue con estas actuaciones es dar una imagen falsa e hipócrita.
Ahí están las reinas de las mañanas tirándose de los pelos. Ganando millones de euros-sobre todo AR-, manteniendo la línea a sus años, bien perfumadas, con buenos vestidos y con centenares de euros en potingues para el careto. Con una iluminación y una música rollo chill out para mantener una buena imagen cuando lo único que venden es sangre fresca y vísceras.
Y viajando por las españas un reportero mileurista partiéndose la cara contra otros compañeros para que lo renueven, gracias a unas palabras de un pobre padre al que le mataron a su hijo o de una chica que fue violada.
Las desgracias ajenas siempre venden y este dúo de vendedoras de basura vestidas de Chanel lo aprovechan.
Las dos quieren mantener una imagen creíble y dan pena. Ni Sálvame ni Gran Hermano muy machacados por los críticos llegan al nivel cerdo de estas dos supuestas damas de la comunicación. En Sálvame juegan al montaje y al escándalo del que se presta a vivir en esas condiciones. En la casa del terror de Mercedes Milá tres cuartas partes de lo mismo. Pero en El programa de Ana Rosa y en Espejo público juegan con pobre gente a la que acosan en el peor momento de su vida. Todo para ganar dos putas décimas de audiencia, que se multiplican por millones de euros para la cadena a la que sirven como mercenarias.
Volvemos a lo peor de los mediados de los noventa; la crisis económica se ve acompañada en televisión por el telecrimen. En esos años eran los de Lobatón vendiendo servicio público en TVE con su ¿Quién sabe dónde?, los de Nieves Herrero haciendo especiales en Alcasser con los familiares de las chicas muertas o los años de Pepe Navarro chapoteando en las cloacas en el Mississippi. Volvemos a esa mierda.
El modelo de magazine de mañana ha empeorado. En los noventa el ejemplo era María Teresa Campos con su programa inofensivo para marujas; una crónica rosa con Mariñas incluido, un coloquio con famosillos del reality de turno, un teatrillo supuestamente cómico con Rociíto y Paco Valladares, algún consejo de salud y un pianista tocando para la puretona malagueña.
Lo más morboso que podía pasar en ese Día a día era que a María Teresa Campos se le levantase un poco la falda. Nada de crímenes ni de supuestos de reporteros de actualidad.
Pero la audiencia es la que manda y tanto a Ana Rosa como a Susanna las cosas les van bien. El duopolio de las dos grandes en la única franja que se ha mantenido es en la suya-entre las dos suman un 40% de share, mientras que por las tardes ambas cadenas juntas no llegan al 30%-.
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