El oportunismo de la caverna




Caras largas dominicales en Canal Sur tras la caída de la cleptocracia socialdemócrata andaluza. Javier Aroca en La Sexta no salía de su asombro. Y Santi Abascal visitaba un hotel sevillano donde Intereconomía TV resucitaba por unas horas para congraciarse con un orgulloso Julio Ariza acompañado por Cristina Seguí, que se dio de baja en VOX por la corrupción de su cúpula, y por Vidal-Quadras, al que el nuevo líder de la extrema derecha española le pidió que se diese de baja del partido.

VOX se ha subido a la ola del trumpismo, que ha evidenciado que la relación incestuosa de los partidos y los medios de comunicación ha acabado con descrédito al alimón. "No les necesitamos", decía con parte de razón antes de vanagloriarse de no conceder entrevistas a Évole. Partidos y periódicos se han hundido de la mano.

Y esto es motivo de celebración para lo peor de la profesión: Luis del Pino decía con su xenofobia habitual en esRadio que había comenzado "la reconquista" y Hermann Tertsch acertaba al decir que la irrupción de VOX ha quebrado "los campos ideológicos". ETB a la misma hora desmenuzaba la financiación del partido y la ambición del vividor Abascal, hecho al que no se ha atrevido ningún medio estatal.

También está feliz Federico Jiménez Losantos, que hace un poco más de un año tildaba de "lepenito" a Abascal y ahora se rompe los nudillos en su pintoresca guerra contra Arcadi Espada, sediento de un carnet de demócrata al intentar marcar sin suerte distancias con VOX.

Vestrynge leía ayer en 'Al rojo vivo' la situación: el partido que lidera Abascal está emparentado con los Estados Unidos, a diferencia de Le Pen, es liberal y tiene una particular xenofobia enraizada con el catolicismo extremo: no quieren musulmanes pero sí a los árabes ricos.

No es racismo, es clasismo mientras la izquierda sigue con su festival de lo políticamente correcto entre el postureo, el infantilismo y los peligrosos aplausos temáticos a la diversidad neoliberal.  

Lo que se merecen

Susana Díaz será enterrada por PP y Ciudadanos tras hacerles el favor de hacer un golpe de Estado interno a Pedro Sánchez, que no puede evitar mostrar una mueca de sonrisa ante un final político de su enemiga que es el preludio de su propio adiós. El PP se despistará y pese a perder más de 300.000 votos alcanzará la Junta, pan para hoy y hambre para mañana porque naranjas y verdes los deglutirán.

Rivera, que sigue sin escrúpulos, pide dirigir el Gobierno pese a ser tercera fuerza. Podemos, que sigue pagando los platos rotos catalanes, demuestra que no sabe combatir electoralmente a los nacionalismos. Y el fascista VOX quiere ordeno y mando antes de limar su programa electoral antiautonomista, su cuestión más impopular en las cincuenta y una españas.





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