El penúltimo juguete roto de la telebasura










Pablo Iglesias se ha convertido por méritos propios en el penúltimo juguete roto de la telebasura. Al líder de Podemos el tema catalán lo ha sacado a codazos de las tertulias, optando desde entonces por un perfil bajo arriólico digno de Rajoy, que no dio una rueda de prensa en el año anterior a ser elegido presidente del Gobierno, o del actual Sánchez.

Podemos y los medios

Amén de la dictadura mediática sorayesca, insólita en las últimas cuatro décadas, el escaparate se ha cerrado para Iglesias, que ante Fernando Vallespín en el libro 'Una nueva transición' señalaba que "nosotros decíamos algo que se convirtió en una de las claves del diagnóstico para interpretar Podemos; decíamos que los partidos políticos son los medios de comunicación. La gente no milita en los partidos. La gente milita en la radio que escucha. Uno es de la Cope, uno es de la SER, o es de Onda Cero. Uno es de El País, de La Razón o de El Mundo. O es de La Sexta o de Telecinco, y digamos que todos ellos son lo más parecido a lo que Gramsci llamaba el intelectual orgánico. O intervenimos ahí o estamos muertos políticamente".

Este "intervenimos", habitual para Génova y Ferraz (que reparten argumentarios a cambio de sillones en tertulias), fue leído por la caverna como un insalubre intento de nacionalizar los medios de comunicación, algo que ni siquiera fue desmentido por un partido que optaba por facilitar que televisiones libres y radios comunitarias pudiesen optar a licencias y por promover el cooperativismo entre periodistas. No dijeron ni mu y prefirieron vetar y presionar a periodistas al estilo PP, aunque Victoria Prego solo señalara a los morados porque quizás pretendía emular en su colección de mayorías absolutas oportunistas a Fernando Ónega, que ayer se debió afiliar a Ciudadanos para completar su juego de carnets.

Lucha ideológica

Ginés Fernández (PCE) publicaba en el Mundo Obrero de noviembre un ensayo titulado "Cultura, medios de comunicación y lucha ideológica" en el que admite que "hemos perdido esta batalla, en la que frente a un modelo dominante no hemos creado otro modelo de comunicación alternativo. Sabemos que la actual fuerza hegemónica cuenta con más medios económicos y por tanto, técnicos y humanos, además de altos grados de especialización. Es preciso ver cómo multiplicar resultados optimizando la gestión del trabajo. La proliferación de pequeños medios de comunicación alternativos hace necesario y urgente la convergencia y unidad de los mismos, trabajamos para propiciar e impulsar dicha convergencia en la medida de sus posibilidades en todos los ámbitos en los que participemos.

El periodismo serbio no tiene papel para media España

La asfixia mediática que está sufriendo la izquierda, de la que tiene gran parte de culpa Iglesias por su incapacidad para aprovechar la ola inicial morada para articular un ejército propio, es síntoma del periodismo serbio que brillantemente denunció CTXT. Este hecho ha provocado entre otras cosas que cuando La Vanguardia despidió de malos modos a un honesto trostkista como Gregorio Morán, el periodista no encontró ningún acomodo en los medios progresistas y se ha tuvo que refugiar en el enésimo submarino madrileño en Catalunya, Crónica Global: "Se acercaron medios de izquierda con ofertas lamentables, pretextando que eran empresas sin ánimo de lucro. Me parece muy triste, ya que es una negación del valor del trabajo, la artesanía y el esfuerzo de escribir. Por desgracia, esa es la izquierda mediática que tenemos". Tal cual.

De la afonía mediática progresista es gran culpable Pablo Iglesias, que ha repetido torpemente los errores de Santiago Carrillo en la Transición: ejercer el autoritarismo interno, despreciar a las bases (círculos), rodearse de una camarilla infecta de palmeros, escoger la sumisión frente al talento, emborracharse de ego y confundirse con los flashes que le ciegan, que son de un enemigo. Por supuesto éste lo puede utilizar cual peón o juguete roto para legitimar una democracia o para promover una alarma social que le acabe dando plácidos triunfos al que manda, 35 veces anotado por Bárcenas en su cuaderno azul e inmune a la corrupción.

El poder onmímodo de Mariano, similar al de Felipe en los 80 (ya que no se barrunta alternativa posible), puede provocar una frustración en la izquierda similar a la que sufrió hace tres décadas la derecha, que al menos mantenía ciertos respiraderos mediáticos. La situación acabó en guerra civil mediática y crispación máxima a mediados de los noventa (que en este caso se pueden trasladar a la década de los 20 del Siglo XXI).

La importancia mediática

El político argentino Arturo Jauretche hace más de cuarenta años que los poderes utilizaban a los medios porque "ya no necesitan recurrir a la violencia para reprimir los estados de conciencia que le son inconvenientes". Y en España no hay inconveniencia para un poder que tambaleó cual elefante en Botswana en plena crisis porque el papel se sostiene por las élites a cambio de publirreportajes bancarios y porque el único partido nacional que se ha abstenido de participar en el bloque monárquico no cuenta ni con una sola televisión. En la caja tonta se ven ahora los anuncios neopatrióticos de La Caixa o el Santander en los que se aplauden a las autonomías y se habla de "unión". Por la fuerza o por la testa coronada de un Felipe VI que ha heredado el confortable silencio que ahora echa de menos su ajusticiado padre. 

La derrota monárquica en Catalunya, que algunos se niegan a legitimar tras haber disfrutado de una jugosa guerra de banderas que deja en fuera de juego al triángulo rojo del Estado español (Madrid-Barcelona-Bilbao), es un apéndice de la vieja guerra entre borbones y carlistas, corruptos reaccionarios contra corruptos reaccionarios. Así lo advertía un olvidado Manuel Chaves Nogales, recientemente restaurado con brillo por Alsina: "El separatismo es una substancia que se utiliza en los laboratorios de Madrid como reactivo del patriotismo, y en los laboratorios de Catalunya como aglutinante de las clases conservadoras".

En fuera de juego 

Podemos no debe caer en el derrotismo y debe saber que desde la II República ningún partido con aires revolucionarios había alcanzado los cinco millones de votos o las principales alcaldías en la piel de toro. Este hecho creó un caldo de cultivo ambiental que promovió Leyes regeneradoras y algunas sentencias decentes, pero aun así es indigna la política comunicativa de Iglesias, experto y versado en la materia. No podía decir lo mismo Don Santiago, que se pasó media vida en el exilio medrando a nivel interno (con algunos capítulos oscuros desempolvados por Morán o Preston) y que apostó por las tétricas planchas electorales con olor a Guerra Civil en vez de apostar por los intelectuales quintacolumnistas del interior, que creyó en la lúgubre estética soviética antes de La Movida y que no dio ni una en comunicación. 

Solo reaccionaria tardíamente y tras haberse llevado un sopapo en las constitucionales del 77: así nació La Calle, liderada por el hoy ultraconservador César Alonso de los Ríos, que fue un semanario que no llegó hasta marzo del 78 (con torpe OPA montalbiana a Triunfo y estúpidos mimos al entonces chico guapo de la izquierda, Cebrián). En noviembre del mismo año el Mundo Obrero diario renació sin abandonar del todo la clandestinidad, ya que tras año y medio cerró en 1980 sin lectores, con un agujero de 200 millones de pesetas y con más de 100 personas en la calle (tal y como señaló en su día Raúl del Pozo en un demoledor informe interno que un trepa filtró oportunamente a El País). Horas antes de dimitir, tras el tortazo del 82, Carillo admitió errores y afirmó que el PCE se iba a presentar al concurso de licencias FM. Pero era tarde para él, que acabó su vida entre el vengativo proyecto a medida de los socialistas, la recepción del Borbón y el banquete de Prisa. 

La apuesta

Seguramente con más lustre caerá de la peana Iglesias, que hoy se insulta al fiar sus esfuerzos comunicativos en un soporte indigno, Hispan TV (por ético y sobre todo por marginal). Con 'Fort Apache' consigue menos visionados que un vulgar youtuber, pero el Rafa Mayoral de turno no se lo dice mientras mira de reojo los cadáveres se aglutinan en las últimas filas del Congreso. Para lo que hemos quedado...





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