El día que "murió" Ferrán Monegal







Dos advertencias; la primera, Ferrán Monegal no ha muerto, por lo que ahórrrense las condolencias. Y la segunda, este es un simple artículo sobre la decadencia de los críticos en televisión.
Y comencemos porque hay tajo con esta controvertida figura, la del crítico. En el moribundo papel todavía sobreviven algunos, como es el caso de David Trueba en El País, que en vez de hacer crítica televisiva se sube a la peana para autofelarse con pedanterías dignas de un progre de pitiminí como es él , perteneciente a la subvencionada secta cultural madrileña.

Trueba, aceptable cineasta y brillante ensayista, no debiera haber aceptado tal puesto en el periódico del oligopolio, sobre todo porque se le nota demasiado que no le gusta la televisión.

Menos le gusta al marciano Ferrán Monegal, que se ha cosido a lo largo de estos años una colección de filias y fobias anacrónicas. El catalán, que sigue la misma línea estúpidamente elitista del crítico oficial, machaca a cualquier show que busque simplemente entretener. Curioso en un pájaro que dirigió el primer diario sensacionalista del país, el quebrado Claro. Es decir, que un tipo que ha sido el introductor en nuestro país de los tabloides sensacionalistas no es condescendiente con los excesos de los demás. Hipocresía al cuadrado.

Los críticos como Monegal tienen un problema cuando se disfrazan detrás de un personaje supuestamente culto que le niega el pan y la sal a cualquier circo simplemente lígero o evasivo. No todo van a ser Redes o Días de cine, programas que por supuesto nunca ve porque nunca habla de ellos, ya que Ferrán solo se zampa el Deluxe o Gran Hermano VIP. Pero claro-va sin segundas-, es más fácil escarbar en la que llaman telebasura-palabra vomitada por ellos y que ya ha perdido cierta efectividad- que prescribir algunos elogiables rincones de erudición perdidos en las parrillas.

Cualquier crítico de este nivel-no entran algunos maravillosos aparecidos en la red como Alberto Rey o Borja Terán-, parecen desconocer la televisión, su mecanismo y su finalidad como negocio, porque algunos personajes demagógicos piensan que la televisión está exclusivamente para enseñarles, y por ello debiera ponerse coto a cualquier show evasivo o de entretenimiento ligero. Craso error. La televisión es un simple negocio y el Gobierno no puede estar tirando de las orejas al personal, solo advertir de las delgadas líneas rojas-¿por qué es más grave que repitan en horario infantil el Deluxe, donde hablan de sexo, que perseguir en el bloque de sucesos a a madres de fallecidos en el peor día de su vida, como hacen AR y la Griso, que huelen a Channel?-.

Lo dice Risto Mejide en uno de sus libros; no hay nada más democrático que la televisión. Porque a Rajoy la mayor parte de la sociedad lo odia, pero pese a que estamos en democracia tendremos que aguantar meses soportándole. Mientras que a Ana Rosa Quintana, supuesta estrella, le bastaría un mes de caída libre, con ceros de share, para echarla a patadas de la caja tonta.

El mediocre crítico se pone a juzgar de una manera facilona y sin mesura, no hay atrevimiento. ¿Por qué los críticos no supieron elogiar la revolución de Aquí hay tomate en cuanto a la realización? ¿Por qué son incapaces de reconocer que Mediaset ha sacado nota con ese circo lleno de momentazos que ha sido Gran Hermano VIP? ¿Por qué no reconocen que Sálvame ha sido una evolución civilizada de lo que fueron los aquelarres rosas de los noventa? ¿Por qué los críticos están afilando la guadaña para fusilar esta noche facilonamente a Moreno, que se lo merece, y no despellejan shows, blancos a la par que patéticos, como pueden ser Sopa de gansos, El Club de la comedia, En el aire o El Hormiguero? ¿Por qué en vez de reírles las gracias al repetitivo Buenafuente, al infantiloide Motos, a Dani Martínez porque está de moda o al estomagante Mota, no se dedican a exigir un humor irreverente, políticamente incorrecto y ácido? ¿Por qué vivimos en un mundo tan hipócrita, tan analfabeto, lleno de chusma impostada que dice que ha visto películas que desconoce y que afirma que ha leído libros que ni sabía que existían?

No lo sabemos, pero lo que está claro es que la tele ha heredado el estúpido elitismo cultureta, ese en el que hay clases y clases, ese que le niega a Torrente el premio Goya a los mejores efectos especiales, cuando es evidente que lo merece, porque dicen que es caspa. Y es curioso, porque otros géneros periodísticos no sufren el elitismo, porque sino Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos, ambos respetados y con el aura de pensadores, no tendrían trabajo tras inventarse una paranoia durante ocho años sobre el 11-M. ¿Es peor Pepe Navarro, que coleccionaba basura en el Mississippi, que este par de indeseables? ¿Son peores Jorge Javier o la Esteban que este siniestro tándem? En España parece que sí.

1 comentario:

  1. que olor mas insoportable a envidia y resentimiento por aquí...

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