Antena 3 estrenó anoche Bajo sospecha, una nueva ficción policiaca que tuvo como agrado una sencilla pero atractiva puesta en escena en el plano argumental; una niña desaparece en su fiesta de comunión rodeada de sus familiares, "que tienen todos algo que ocultar", tal y como reveló Ramón Campos, el productor de tan prometedora serie que se suma al fenómeno de Bambú producciones, que se ha convertido en el principal proveedor de ficción de la cadena, ya que al éxito de Velvet y al prometedor estreno de Bajo sospecha, hay que añadirle los rodajes de Ladrones de tiempo y La embajada para Antena 3 y de Refugiados para la Sexta, por no hablar del rodaje de Seis hermanas para TVE o del desembarco de la productora en Estados Unidos vía FOX.
Lo primero que hay que agradecerle a Bajo sospecha es que se haya sumado a la decreciente descentralizazción en la ambientación de las ficciones españolas, eternamente abonadas al barrio residencial o al piso madrileño. La serie, aunque rodada en los alrededores de la capital, parece situada en los bosques de Fago, donde podría estar secuestrada Alicia Vega, la Laura Palmer española. Pero a diferencia de Twin Peaks, en Bajo sospecha nos encontramos un realismo al que ayuda la atmósfera precocinada, rota a ratos por la aparición de un Yon González posando como gañán y demostrando una vez más que no quiere ser el enésimo mojabragas, a la estela de los insufribles Hugo Silva o Mario Casas.
Dará que hablar su relación con Blanca Suárez, que está tan impecable como comedida haciendo "poli malo". Esperará Blanca muchas críticas por no ser actriz del método, pero éstas no difuminan ni un ápice su brillante actuación. La serie funciona, tiene un ritmo alto y engancha al personal, ya que al espectador no se le ofrece un producto ridículo pese a su sencilla puesta en escena, mil veces repetidas en la literatura negra, pero cuyos matices siguen deslumbrando al espectador con el método de quién fue el asesino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario