El siniestro futuro del papel







Los periódicos de papel llevan la muerte tatuada en la frente, es por eso que la mezcla de crisis publicitaria general y la suya propia, al sufrir la transición hacia el mundo digital, que les va a complicar la existencia. Pero no temíamos que los periódicos iban a morir tan mal, con todos los editores al alimón plegados ante las migajas gubernamentales en forma de publicidad institucional o en forma de la tasa Google, por la que perderán más que ganarán. El lacayismo-palabra no aceptada por la RAE- de los editores actuales da vergüenza ajena. Nunca ningún Gobierno como es el caso del de Rajoy había gozado del confort de tener a todos los periódicos nacionales a sus pies. Porque está claro que desde Moncloa han salido las cartas que comunicaban el cese de los directores los tres periódicos más influyentes del país; Javier Moreno, Pedro J. Ramírez y José Antich.

Los editores se han plegado, como dóciles ovejas, ante el poder. Por eso han llegado como directores el liberal Caño, el conservador Casimiro y el monárquico Márius Carol, que acompañan como directores de los principales diarios a Marhuenda, ex jefe de Gabinete de Rajoy, Bieito Rubido, íntimo del Presidente, y Enric Hèrnandez, director de El Periódico de Catalunya, crítico con el Ejecutivo, pero favorito en ser el próximo en caer si se confirma que Lara le compra el 25% de las acciones del diario al desnortado Asensio junior. Los editores buscan con estos cambios simpatía desde el poder, tanto en publicidad institucional, donde por ejemplo La Razón facturó el doble de pasta en las campañas contra el maltrato que El País, pese a que el diario de Prisa un número de lectores siete veces superior al diario de Planeta, y en mediación con los bancos, con el famoso caso del Santander cambiando deuda por acciones de Prisa en ese pacto subterráneo entre Soraya y Cebrián.

La muerte del papel puede estar próxima, y ya se viven los primeros síntomas con Público y La Gaceta cerrados, con La Razón sobreviviendo más como lobby para conseguir favores gubernamentales que como diario, que sigue siendo una ruina, y con ABC y El Mundo meditando fusión, por no hablar de La Vanguardia y El Periódico, entregados al sobernaismo de Mas después de recibir 15 millones Godó y 8,5 Zeta por diversas prebendas solo en los seis primeros años de crisis, entre 2008 y 2014.

Otros síntomas de la muerte del papel son la decisión de ABC de no editarse en papel a partir de enero en Canarias y Baleares por los altos costes, curioso en un diario patriótico como el de Vocento. Y es que las grandes empresas y los poderosos se han dado cuenta que el papel ya no es el mejor mecanismo para medrar, ya que es caro y bastante ineficiente, porque en nuestro país es junto a Portugal y Grecia donde menos periódicos se leen de Europa. Quizás es porque los periódicos han prostituido el ejercicio periodístico, convirtiéndose en alfombras serviles del poder. El mejor ejemplo ha sido la desaparición de la investigación de los rotativos, teniendo como únicas excepciones en los últimos meses-desde la caída de Ramírez-, las interesadas filtraciones de Interior para torpedear el proceso soberanista

El descrédito del periodismo en general se debe en parte a los comportamientos de los periódicos, utilizados como trinchera del poder para atacarse en la tradicional guerra PSOE-PP, por no hablar de los regionales, con más influencia y penetración, pero igual de desacreditados, ya que ningún periódico catalán se enteró de la red de corrupción de Ciu, ningún diario andaluz se enteró de los ERE y el Diario de Navarra por ejemplo no sabía nada de Caja Navarra, pese a que había directivos del diario en la entidad financiera. Cuando los periódicos hablan de corrupción generalizada en nuestro país, deberían mirarse los ombligos, ya que la editora de El País ha trincado lo que no está escrito en los Gobiernos de Felipe González o El Mundo se forra con cuadernillos pagados por Obiang y tuvo una delegación balear manchada por la cúpula de Matas-Inda incluido-. Es decir, que clases de ética pocas.

El periódico retrocederá ciento cincuenta años, quedando en un gesto snob de las élites, que seguirán leyendo más análisis que noticias, porque a la noticia en el papel la ha matado la red. Ya que tras la llegada de Twitter y todos esos salvajes mecanismos de información, el periodismo solo quedará como un gran decodificador, cuyo único servicio que pueda prestar sea el separar el grano de la paja.
Antes si la noticia no salía en el periódico no existía, pero ahora el periódico ya es irrelevante, y ya ningún Ministro da un bote por un editorial en contra. Su irrelevancia y su larga agonía nos proporcionará un concienzudo estudio del humano intento de supervivencia a costa de convertir al papel en un panfleto similar a los que se repartían en la Guerra.

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