La triste historia de la extrema derecha española en democracia(I); Blas Piñar, ese hombre



Desde que se instauró la democracia en nuestro país, ningún partido de extrema derecha ha calado en los votantes españoles, ya que estos se han recluido en AP y posteriormente en el PP, que han logrado arrimarlos hasta su órbita gracias a abstenerse en el referéndum constitucional, negarse a quitar símbolos franquistas de nuestras calles e instituciones o mantener un odio eterno hacia el mundo abertzale, utilizando a sus víctimas con fines electoralistas.



Blas Piñar; ese hombre

Blas Piñar es un icono para la extrema derecha, ya que es el único diputado de un partido de estas características que ha sido diputado en el Parlamento, exceptuando ya digo a algunos del PP-con Aznar refundándolo. El mismo Aznar que decía en sus años jóvenes desde el Diario de La Rioja, que la nueva etapa democrática era una porquería-.

En 1979 Piñar y su coalición Unidad Nacional casi logran alcanzar los 400.000 votos, gracias en parte a la vieja guardia de la sociedad española y gracias al apoyo mediático de El Alcázar, periódico propiedad de los ex-combatientes y que posteriormente apoyaría el golpe de Estado del 23-F. Ese golpe ya hemos visto que fue más una vacuna desde dentro del sistema que un extertor del búnker franquista, que fue utilizado por los primeros para decapitar a Suárez.





En 1982 Piñar no consiguió renovar acta y disolvió Fuerza Nueva por las deudas económicas contraídas. Desde entonces, Fraga primero y Aznar después, lograron liquidar a estos movimientos marginales involucionistas, con la complicidad de la sociedad española, que maduró y castigó socialmente en su mayoría a los que añoraban tiempos pasados golpistas y dictatoriales. A partir de ese momento, los grupúsculos extremistas se han mirado siempre en el modelo de Jean-Marie Le Pen en Francia, siendo los primeros en intentarlo las Juntas españolas, que también fueron apoyadas por El Alcázar, dirigido entonces por el ultra Antonio Izquierdo, que acabó con el diario quebrado en parte por la marginación del Gobierno González en el reparto de la publicidad institucional, algo lógico cuando un diario apoya posturas violentas y terroristas.

Piñar intentó resucitar políticamente en dos elecciones europeas consecutivas a finales de los ochenta, donde alcanzó 120.000 de los 300.000 votos que eran necesarios para un europarlamentario. La nueva fuerza, Frente Nacional, también acabó disuelta por la quiebra económica y Piñar se retiró a dar charlas franquistas, a conmemorar días franquistas y escribir libros franquistas desde su editorial.

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