Desde La Vanguardia atizan con fuerza a Paco Marhuenda; "Payasete llorón"




El crítico televisivo de La Vanguardia, Fernando de Felipe, se ha quedado a gusto contra Francisco Marhuenda, al que ha tildado de "payasete llorón";


Marianista” tan convencido como poco convincente, a Francisco Marhuenda, el imaginativo director de La Razón (esa que se pierde a fuerza de portaditas pretendidamente ocurrentes), la mala educación parece incomodarle más que ninguna otra cosa en El Mundo. Y muy especialmente si quienes hacen gala de ella son incorregibles “izquierdosos” sin nada mejor que hacer que interrumpir sus siempre sonadas intervenciones en la tertulia política de turno, sea la de Al rojo vivo de La Sexta, la de Espejo público de Antena 3, la de El debate de La 1 de TVE, o la de El cascabel de 13TV.
Eternamente indignado y quejoso cual incomprendido Calimero, “el pupas” de Marhuenda ha acabado ganándose a pulso tanto su despiadada caricatura en el Polònia de TV3 (impagable Toni Albà y su momento “renovación del carnet de periodista perdido a los puntos por circular con el Photoshop en mal estado”), como, la semana pasada sin ir más lejos, el jaleable ninguneo al que lo sometió el público asistente a ese “circo” que, según su docto parecer, es el debate de La Sexta noche (programa en el que él mismo, cual Bombero Torero al que le han crecido los enanos, ha podido desplegar sus muchas habilidades para el “más difícil todavía” en su triple condición de equilibrista del argumentario sin red, contorsionista ideológico a fondo perdido, o payasete llorón en cuanto el resto de la troupe le lleva la contraria).
Echarse unas risas a costa de Marhuenda ha terminado convirtiéndose en un insalvable ritual televisivo similar, en el fondo, al que en su día obligaba a gritarle “guapa” a Belén Esteban en cuanto ponía el pie en un plató. Por no aguantarse la risa, no se la aguantan ya ni sus propios compañeros de tertulia, especialmente cuando él, tan cargado siempre de atrincheradas razones, se empeña en exhibir músculo curricular mientras reivindica contra viento y marea la enorme talla política de su idolatrado Rajoy, denuncia como buen conspiranoico delirantes contubernios judeo-masónico-comunistas que tan sólo él parece ser capaz de detectar, o se lanza a redefinir unilateralmente, y al más puro estilo de la “neolengua” de Orwell, ese sacrosanto concepto que es la objetividad periodística.
Lo que no se entiende es que a día de hoy a ninguna cadena se le haya ocurrido todavía montarle a tan esperpéntico opinador un Club de la comedia (Bárbara) para él solito. Lo que ahorrarían en risas enlatadas.

La Vanguardia y La Razón no son tan diferentes. Ambos medios tienen "amo" político al que responder, pero en el diario catalán son más finos y menos obscenos en la defensa.

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