La hora de "los listos".



 Dice el siniestro Mario Conde que en tiempos del pelotazo "quien no se compraba una casa para vivir y otra para especular era un perfecto gilipollas", esta cita resume a las claras cual fue el espíritu de estos años de escombro moral que vivió - o vive- su época también en el mundo mediático.
Solo hay que ver algunos ejemplos como el de algunos periódicos que predican igualdad - tanto desde el punto feminista del progresismo o el de los católicos y su aversión a lo carnal- y reciben alrededor de 40 millones de euros anuales con los contactos.
El mundo de la tele no ha sido ajeno a la llamada del dinero fácil buscando una segunda vía de financiación -además de la típica publicidad- con la emisión de horas y horas de concursos -estafa, de brujas de medio pelo, de programas eróticos o de teletiendas-.

El caso más extremo de fraude catódico fue el llamado caso Telesierra; una red de televisiones creada por el empresario Rodrigo del Campo en su propio chalé de Tres Cantos (Madrid) en 1.994 y que acabo tras 10 años de pingues beneficios con su propietario en la cárcel -luego pagó la fianza y se fue de rositas y hoy sigue con sus estafas bajo la marca Ondamex mediante programas de tarot-.
Esta emisora en principio se iba a convertir en una tele municipal de la localidad madrileña pero el alcalde socialista se negó y la empresa se mudo bajo el paraguas del PP a la localidad vecina de Colmenar Viejo al lado de un vertedero y en condiciones inhumanas para los trabajadores donde carecían de agua corriente y que acabaron en la calle la mayoría de trabajadores que vieron  con los años como la emisora se convertía en el rey de los Llama y gana.
El sistema de esta empresa - que llegó a facturar la friolera de 40 millones de euros anuales con sus estafas- era el de la emisión de call tvs, unos concursos telefónicos sencillos -adivinanzas, diferencia de imágenes, etc.- que ofrecían unos sustanciosos premios que nunca se repartían, pasando en directo falsas llamadas de los propios redactores del canal y teniendo en espera y durante media hora a gente mayor solitaria -el perfil mayoritario- a euro y pico el minuto.
Telesierra fue creciendo de una manera mastodóntica con sus emisiones de sus propias señales y también mediante acuerdos con otras pequeñas teles locales a las que pagaba el 25% de las llamadas de fijo desde la ciudad de la emisora -los móviles se los quedaba enteros Telesierra- además de emitir por Hispasat.
Llego a ser tan importante en el mundo audiovisual con sus estafas que crecían como champiñones que por ejemplo estuvo a punto de comprar Net tv a Prensa española  por 12 millones de euros -cuando el grupo vasco se quería desprender de sus adjudicaciones de TDT para mantener el 25% de Telecinco, luego reculó y supuso una ruina para Vocento- y a Telesierra le hubiera asegurado su cobertura nacional.
Del Campo demostró también su poderío cuando fue la única empresa que se presento a todas las demarcaciones de la Comunidad de Madrid junto a Enrique Cerezo llegando a depositar millón y medio de euros de fianza para entrar en el concurso.
Pero Telesierra llego a ser tan popular -también se le sumaron otras marcas como Cubo TV, TVL, MX Local, Onda local o La movida local- que se puso en el centro de la diana para algunos poderosos, como para los de la Generalitat que multó a una de sus filiales con 600.000 euros, pero increíblemente no por estafa sino por causar interferencias a canales como La 2 y por emitir sin licencia.
Además de estos concursos emitían contactos pornográficos o espacios de brujas -llegando a recaudar en solo una hora y en un solo canal 18.000 euros con las cartas-.
El punto cumbre para la red fue cuando un ex-trabajador del canal denuncio las irregularidades en el programa de investigación 7 días y 7 noches de Antena 3 que acabo unas semanas después de la emisión del reportaje con la clausura del canal y con la detención del señor Del Campo y su esposa.

Sorprendentemente después de estos escándalos locales las grandes cadenas vieron una oportunidad de financiación extra alquilando franjas marginales y deficitarias como las madrugadas a determinadas productoras a cambio de un jugoso porcentaje que además las exculpaba de cualquier irregularidad en los juegos que ofrecían las productoras.
La más grande e importante y la que servía la mayoría de programas a los canales es Telemedia, un gigante empresarial en medio de la ruina -emite desde Budapest (Hungria)- que se ha convertido en una de las empresas más poderosas del país magiar llegando a vender programas a más de 80 países y facturar centenares de millones con la emisión por satélite desde unos antiguos estudios de televisión.
Desde noviembre pasado se puso coto a este abuso con la nueva Ley del juego donde las empresas que deseen emitir necesitan una licencia especial del Gobierno y el pago de unas tasas -alrededor de 38.000 euros- que han acabado con la mayoría de estos espacios en nuestros televisores siendo sustituidos por espacios de videncia.

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