El último debate de esta intensa campaña se ha saldado con un evidente empate a nada, ya que Rajoy y Sánchez, con un Manolo Campo Vidal ausente, se han enfangado en un debate antiguo, sin ritmo y lleno de unos reproches que evidencian que ambos partidos no son lo que España necesita a día de hoy.
Con Iglesias y Rivera esperando en el plató de la Sexta, la Academia de Televisión ha organizado un debate anacrónico, que ni se acerca al ritmo que disfrutamos en los debates de El País y Atresmedia. Rajoy, muy encorsetado en su papel, ha intentado tirar de números, esos tan imperceptibles a pie de calle, aprovechando el reciente pasado del socialismo español.
Sánchez por su parte, más solvente que hace una semana, ha insistido con el "y tú más", intentando culpar sin tino a Rajoy, que se dice honrado tras ser acusado de viajar gracias a la red gurteliana-afirmación "ruin", "mezquina" y "miserable" según Rajoy-, de unos males que acarrean a este país en parte por culpa de su partido. Perdió la vieja política y ganó la nueva, que no es la que se vende como nueva.
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