Torres en la cocina; luces y sombras del estreno








Ayer llegó a La 1 el espacio gastronómico de los hermanos Torres, que patrocinados por Bosch se han instalado en los mediodías de la pública. Lo que vimos ayer fue un encomiable espacio digno de una televisión pública. Pero lo mejor del programa es que su llegada ha provocado recortes en la duración de la lubricada Mariló y de la tertulia marujil Amigas y conocidas, la corrala que no sigue en antena por sus audiencias, sino por el tino de Alberto Maeso a la hora de seleccionar sesgadadamente tertulianas, como se demostró en el despido de la gran Loles León por motivos políticos y en los fichajes de las rebotadas Telemadrid Isabel San Sebastián, Nieves Herrero, Curri Valenzuela y Marta Robles.

Bien, a lo que vamos. Torres en la cocina es una muesca más de empacho gastronómico que nos está ofertando TVE-Cocina2, Un país para comérselo, El chef del mar o Planeta Comida-. Está claro que los hermanos Torres no eran los más graciosos de su clase, al programa le falta ritmo, se hace largo pese a su duración y entre dos cocineros llenan peor una cocina que Arguiñano, que desde hace un cuarto de siglo baila, canta, se disfraza, cuenta chistes y enseña vídeos de sus gallinas en televisión.

Pero aunque el espacio debe pulirse, Torres en la cocina es didáctico y profesional. Ganará brío cuando los presentadores se suelten ante las cámaras, porque ayer parecía, dialécticamente hablando, el debut de unos pinches en el Canal Cocina.



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