Cuatro cantantes que hundieron su imagen en el Chester







Anoche cerró Viajando con Chester su tercera temporada, que ha constado de catorce programas. Esta ha sido la temporada de la consolidación del programa, no solo por la mejora de 600.000 espectadores y más de dos puntos de audiencia, sino porque el famoseo patrio parece estar encantando con el señor que anteriormente se dedicaba a humillar triunfitos.

Esta temporada hemos visto desfilar a personajes como un Alberto Garzón creíble y consolidado como alternativa, a un Bertín Osborne bajándose del caballo instantes antes de querer desentenderse de su papel de señorito andaluz, a un Pedro García Aguado soltando un monólgo desgarrador, a un Jorge Javier Vázquez cada día más divo o a un Cruyff obsesionado con la pasta, tal y como lo caricaturizan. Por no hablar de los brillantes discursos vitales, humanos y políticos de personajes del campo cultural como Lolita, El Langui o Alberto San Juan. O algunas entrevistas excesivamente agresivas del presentador a Rosa Díez o Cándido Méndez.

Pero lo que más ha llamado la atención son esos cantantes divos, fuera de la realidad y distantes. Fue el caso de Luz Casal, cuyo retrato vital transcendió insoportable, quizás el una pájara con ínfulas de María Callas que vive fuera por no mezclarse con la chusma del mercadillo, o el de una diva que no sabe que el impostor le dijo que le parecía vulgar físicamente como venganza infantil por una humillación añeja, cuando en realidad no se lo hubiese dicho si Luz se hubiese comportado decentemente en el pasado. O el de Melendi, intentando encontrarse sin reconocer errores, dejándole al espectador muestras de encontrarse un punto fuera de sí, cosa que parece haberse confirmado tras la noticia de las timbas ilegales. O el de Sabina, cuya entrevista ha sido mitificada pese a las anécdotas manidas, los lugares comunes, las trolas mil veces repetidas, el autorretrato de canalla que no cuela tras la espantá de la semana pasada, que se puede agravar con el palo de Hacienda. Y ayer remató el rancho musical Marta Sánchez, frívola, desagradablemente adolescente, hueca de sesera, inane y vacía. Fue a matar a Marta y encontramos una pobre cateta de provincias que está como un queso pero que no tiene donde rascar. Una pájara que se ha creído su papel, entre los cuarenta kilos que trincó por enseñar el melonar en Interviú y los escasos 6.000 que se ha llevado por el dúo con Carlos Baute, "un quedabien" según la diva del pop.

Chester volverá en 2015 con más programas y con una versión más internacional. Esperemos que no falten cantantes, tan desfasados, tan simpáticos volando aupados por vividores de las compañías y fans perturbados, tan auténticos pese a la pose.



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