Jiménez Losantos le desea a Juan Carlos de Borbón que se pudra en el exilio



El odio eterno de Jiménez Losantos hacia el Rey Juan Carlos I quedó palpable en su artículo del pasado martes en El Mundo, desde donde le recomendó el exilio;

Rajoy debería haber tomado ejemplo de Blair para imponer al Rey la conducta que, tras su súbita abdicación, requería la dignidad nacional, representada en las Cortes. Sobraban el numerito del fajín y el del guateque abdicatorio. Y, por supuesto, debía haber estado con la Reina Sofía, Elena y las infantas Pilar y Margarita en primera fila, presenciando la proclamación de su hijo como Rey de España. No sólo para ahorrarnos ese feo alarde de rencor viejuno sino por respeto a las Cortes, símbolo -ellas, no la Corona- de la soberanía nacional. Ni merecía el Príncipe ese desplante ni, sobre todo, lo merecía España. Dirá alguno que ha estado mal pero que ya pasó. De eso, nada.

A ver qué hace el Gobierno con el abdicado pasado mañana. Lo que hizo Cánovas para salvar la Restauración fue dejar pudrirse en el exilio a Isabel II. Cruel pero eficacísimamente constitucional.









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