Podemos provocó anoche la sorpresa en las europeas. Cuando las mejores previsiones le daban unos resultados apenas marginales, la formación de Pablo Iglesias se convirtió en cuarta fuerza nacional y a punto estuvo en convertirse en tercera.
Y en solo cuatro meses. Las propuestas a favor de la transparencia, contra la corrupción y a favor de la nacionalización de los sectores estratégicos, calaron en el voto joven y consiguieron que Podemos llegara al 1,2 millones de votos-ocho por ciento del voto- y consiguiese cinco eurodiputados. En Madrid la formación se convirtió en tercera fuerza gracias a la ilusionante idea de frenar a la troika, de nacionalizar la banca, de ayudar al dependiente, de luchar contra la corrupción, de la promover la regeneración política o de legislar a favor del ecologismo y el animalismo.
Ahora Iglesias y Podemos pueden pagar por su éxito una marginación mediática en el año que resta hasta las municipales y autonómicas. La ley electoral actual tampoco repercute a favor de este proyecto ilusionante. Habrá que remar mucho para cargarse de la mano de Podemos este decrépito sistema, ya que sabemos una vez más que la revolución no llegará por las bravas y tendremos que soñar que llegue por la utopía. Esperemos derribar gracias a la caída del sistema al sistema. Sus debilidades serán nuestras esperanzas. ¡Qué empiece la fiesta!
Por si acaso, el indeseable de Hermann Tertsch ya le lleva dedicados una buena caterva de insultos y descalificaciones en twitter. Desde comparar el resultado de Podemos con el del partido nazi del 33 hasta decir que Pablo está ansioso por emular a aquellos regímenes que exterminan al discrepante.
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