Rezar para que la gente pague en internet



Imprescindible la entrevista que le acaba de realizar en Jot Down, Ramón Lobo al director de The New Yorker David Remnick. Reciclamos tres preguntas y respuestas maravillosas que tienen que ver con el mundo de la comunicación;



Pero hay gente que puede tener la impresión de estar al corriente de todo lo que pasa solo con un click.

Es que pueden: si compran productos en internet. En otras palabras, The New York Times no puede ser gratuito; no tengo problema alguno con que la gente lea The New Yorker en internet. Tengo 54 años, tú tienes 58, y puede que lo prefiramos impreso por las mismas razones por las que la gente prefiere aquello a lo que está habituado. Yo prefiero un determinado tipo de bebidas, prefiero Bob Dylan al último éxito de hip-hop, pero es así porque tengo 54 años. Eso no tiene relevancia, solo son hábitos de un ser humano corriente. Creo que podemos estar muy bien informados solo con un portátil. Pero necesitas un portátil y una tarjeta de crédito, porque todo no puede ser gratuito.

¿Cree que el público está preparado para pagar por los contenidos que consume o llegamos tarde?

Sí. Pero solo estarán dispuestos a pagar, y aquí radica en mi opinión la clave del éxito de The New Yorker a largo plazo, si la calidad de la información, la escritura y el periodismo son claramente mejores, más precisos y más bellos que el resto de contenidos que se esparcen en internet por todas partes como el agua. Eso sí es gratuito. Es decir, si The New Yorker fuera solo un nombre y la calidad de su periodismo disminuyera, si se igualara a cualquier otro contenido que encontramos en cualquier parte, el público no pagará por ello.

Mi estrategia, en términos de moralidad, financiación y periodismo, se resume en ser mejores de lo que éramos cuando no existía lo que conocemos como internet. La idea es insistir constantemente en la búsqueda de la calidad y en hacer las cosas cada vez mejor, algo que por otra parte es muy caro. Y esperar y rezar por que la gente pague por ello. Y lo hacen.



¿Cómo defender la calidad de la información ante la avalancha actual? ¿Qué se debe hacer para mantener la calidad?

Antes de nada, no seamos románticos: en el periodismo anterior a la era internet también había basura. Mucha basura, contenidos sensacionalistas, poco rigurosos, injustos, banales, estúpidos y complacientes. No seamos románticos y creamos que todo lo que se publicaba tenía la calidad del Watergate o de los papeles del Pentágono. O del mejor George Orwell. Sencillamente, no es cierto.

De modo que no debemos caer en el absurdo de decir o pensar que todo el periodismo anterior a internet está compuesto por trabajos brillantes dentro de una edad dorada. No es cierto. En su lugar, debemos centrarnos en las posibilidades que ofrecen los avances técnicos de la herramienta, y cuáles de esas innovaciones están disponibles y son aplicables al periodismo y a su distribución. ¿Sabes?, al final, nuestro principal problema es el modelo financiero. Ese es el verdadero problema que nadie ha sido capaz de resolver hasta la fecha. Muchas publicaciones, entre las que se encuentran The New York Times y The New Yorker cuentan con un sistema de pago. El lector tiene que pagar. Y no es precisamente barato.

En mi opinión, uno de los aspectos más terribles de estos tiempos es la gran disminución de los reportajes de temas internacionales, al menos en el periodismo que se hace en Estados Unidos. Ha sido drástico, muy drástico. Lo peor es que los pocos medios que aún los tratan reciben muchas presiones. Aún recuerdo mis años en Moscú a finales de los 80. Evidentemente, la historia era grande. Ahora apenas hay nadie allá y hay menos oficinas de corresponsales. ¿Con qué frecuencia ves en la televisión norteamericana sucesos internacionales con corresponsales enviados a los países extranjeros? Salen al paso con el menor esfuerzo posible. La realidad es que cada vez son menos los corresponsales en el extranjero. Y los hay muy buenos. Gente valiente y preparada, gente que habla idiomas. Pero el espacio y la visibilidad que reciben son muy limitados. En la CNN, por ejemplo, no recibirás información del extranjero a menos que haya dos millones de manifestantes en Plaza Tahrir. Verás todo tipo de juicios e historias extrañas sobre secuestros, verás todo tipo de basura antes que un reportaje sobre la situación en un país extranjero. En todo caso sería una larga conversación y no muy agradable.

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