El discreto encanto de la falta de medios



Aquellas fascinantes redacciones llenas de humo de tabaco, con tazas de café manchando las mesas y botellas de whisky en los cajones, junto al repiqueteo constante de los télex y el tacatatatactac de docenas de dedos febriles golpeando recias máquinas de escribir; duros artefactos sonoros en los que se tecleaba con furia, pasión, rencor, ilusión, ansia de revancha, de aventura, fama, gloria o dinero, en redacciones frecuentadas por los mejores periodistas del mundo: fascinantes escuelas de oficio y de vida donde, cuando repicaba un teléfono a las dos de la madrugada, en plena timba donde algunos se jugaban la nómina cobrada esa misma tarde, cuando ya sólo se oía el tecleo de la máquina de escribir del crítico teatral -Alfredo Marquerie era el nuestro- que acababa de llegar del café Gijón tras cubrir un estreno, asomaba la cabeza por la puerta de su mampara un redactor jefe para decir: «No cojáis el teléfono, cabrones, que puede ser una noticia". Así describía hace un par de años Pérez-Reverte la redacción de Pueblo-hoy estamos invadidos por lo tecnológico y no tenemos más remedio que asimilar la nueva situación intentando salvar nuestras "vidas pasadas"-.

Lejos de aquellas viejas y tabernarias redacciones nos encontramos hoy con unas oficinas limpias e informatizadas, donde los periodistas han sido sustituidos por el Google.
Algunas de esas redacciones guardan recuerdos de sus destartalados encantos. Es el caso de la redacción ochentera de Diario 16, que tenía un aire entre pensión barata y burdel de postguerra.
Esa falta de medios también la sufrió Antena 3 Radio, que competía desde unos estudios inadecuados contra sus mastodónticos competidores. La ilusión siempre supera a la falta de vil metal y los bares cutres siempre guardan un peculiar encanto que los hace únicos.

En la tele la falta de medios la pudimos comprobar en los fallidos inicios de Antena 3 televisión, que tenía más fallos técnicos que espectadores. La saturación de los nuevos canales en TDT ha provocado que algunos medios salgan al aire con poco presupuesto, y vemos en los últimos tiempos la radiofonización de la televisión con el tertulianismo; la reina de este encanto cutre es Intereconomía, que con unos minúsculos estudios y una sede donde se convive como en una lata de sardinas, se ha hecho un hueco en la televisión española.

La gente muchas veces prefiere ver un pequeño decorado sin muchos "adornos" que un plató hollywoodense. Lo vimos en el programa Sé lo que hicisteis, que en sus primeras temporadas aparecía en cámara una pequeña mesa donde apenas cabían la presentadora y los colaboradores y acabó el programa con un estrafalario decorado que intentaba recordar al bar de Friends.

Cuando Joaquín Reyes se cambió de Paramount Comedy a La 2 con su troupe de La hora chanante, sus fans le pedían que no dejaran lo cutre. Además de las gracietas surrealistas a los fans les gustaban esos cromas saturados, esas pelucas compradas en el mercadillo y la falta de una factura técnica de primera.

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